Un bajo nivel de humedad en el aire influye tanto en la salud como en el bienestar de las personas. Durante el invierno, el aire del edificio se calienta a una temperatura de 20-25ºC, con lo que la humedad relativa del aire disminuye a valores incluso del 10-30%, que es percibido como aire seco aunque fuera haya niebla. El aire seco favorece la evaporación del agua desde la piel, que se agrieta, y provoca sequedad en la garganta, nariz, aparato respiratorio, etc., favoreciendo así el riesgo de las típicas enfermedades invernales. Por esto, se utilizan sistemas de acondicionamiento que regulan tanto la temperatura como la humedad del aire. Para impedir la propagación y proliferación de agentes contaminantes biológicos, la humedad debería mantenerse entre 40-60%.
Un control preciso de la humedad contribuye también a proteger los equipos electrónicos de descargas electrostáticas, proporcionando mayor seguridad a los trabajadores y visitantes y, al mismo tiempo, salvaguardando la salud del paciente.
El aire seco en invierno aumenta el nivel de polvo presente en el aire derivado de objetos de origen textil y de las partículas de la piel que liberan las personas. Esto provoca problemas a las personas con alergias o asma que pueden ser reducidos con un correcto nivel de humedad en el aire.
Mantener la humedad en niveles controlados garantiza:
• Bienestar de pacientes y personal;
• Salud: impide la proliferación de contaminantes biológicos;
• Seguridad: reduce el riesgo de descargas eléctricas que dañen los equipos;
• Calidad: reduce el nivel de polvo presente en el aire;
• Cumplimiento normativa: mantenimiento de las condiciones termo-higrométricas de los ambientes.